martes, 23 de noviembre de 2010

La muerte de los amantes

CXXI
Tendremos un lecho de suaves olores,
divanes profundos como sepulturas,
y en tallos y búcaros nos darán las flores
aromas extraños bajo albas más puras.

Nuestros corazones, amando a porfía,
darán de su antorcha su llama postrera:
dos llamas gemelas son tu alma y la mía,
espejos que miran la eterna ribera.

Relámpago único, centella preciosa,
una tarde mística de azul y de rosa,
el adiós seremos, el llanto, el sollozo.

Y después un ángel, abriendo las puertas,
los espejos turbios y las aguas muertas,
resucitarán temblando de gozo.
Baudelaire

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