domingo, 3 de noviembre de 2013

Desnudando la botella


Torre majestuosa, sedúceme
Aun afirmando que eres lo más hermoso que he visto, me sorprendes,
Haciendo gala de tu belleza idílica.
Sin embargo, para hacer mi noche perfecta debía tener una amante…
…Era la botella de vino, que poco a poco desnudaba ante la imponente presencia de mi verdadera amada; pero no me importaba porque tanto ella como yo queríamos que fuera así.
¡Al diablo todo! –dije
Una segunda vez en París nunca será igual,
Excitante, misteriosa, idílica.
No sé si volveré a estar aquí.
Nunca será la misma amante pero si la misma torre,
Esta noche perdurará por siempre, porque París es así: infiel y excitante,
La noche que le fui infiel a la reina con una plebeya.

Por: Runaway

jueves, 28 de abril de 2011

Escala de grises

Yo te corto la sonrisa y tú a veces no besas mi alma, yo me pierdo entre llamadas y tú me buscas en el tono a la distancia, la ilusión va desangrada en las horas de un tiempo impredecible que no concede un momento para las miradas. ¿A dónde te fuiste? Me preguntas con esas palabras melancólicas, con ese cansancio cuando cae el sol y me recuerdas con remembranza.
La función de mis murmullos es permanecer como imagen callada, la escases de mi paciencia va en asenso por la nueva política de mi alma.  ¡Alerta! ¡Peligro! Se estanca, no avanza, clausurado.
El precepto impotente de no buscar los techos verdes, de recordar las flores por imágenes de pantalla, el cielo siempre opaco, estrellado cuando  estoy estrellada en mi cama. Siempre hay sonidos, melodías trilladas de tráfico, de personas devastadas, helicópteros de lado a lado, suspensión de sonrisas, alarma contra lágrimas.  

viernes, 7 de enero de 2011

Los caprichos de la luna

La luna, que es el capricho en persona, miró por la ventana mientras
dormías en tu cuna, y se dijo "Esta niña me gusta".
Bajó sigilosamente por su escalera de nubes, y pasó sin ruido a través de los cristales.
Luego se tendió sobre ti con la ternura suave de una madre, y puso en tu rostro sus colores. Tus pupilas quedaron para siempre verdes, y tus mejillas extraordinariamente pálidas. Fue contemplando a esa visitante como tus ojos se agrandaron tan extrañamente; y te apretó tan tiernamente la garganta que te quedó para siempre el deseo de llorar...
A todo eso, en la expansión de su alegría, la Luna llenaba toda la habitación como una atmósfera fosfórica, como un veneno luminoso; y toda esa luz viva pensaba y decía:
"Estarás eternamente bajo la influencia de mi beso. Serás hermosa a mi manera. Amarás aquello que yo amo y aquello que me ama: el agua, las nubes, el silencio y la noche; la mar inmensa y verde, el agua informe y multiforme, el sitio en que no estarás, el amante que no conocerás, las flores monstruosas, los perfumes que hacen delirar, los gatos que se extasían sobre los pianos y gimen como mujeres, con voz ronca y dulce.Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortejadores. Serás la reina de los hombres de ojos verdes a los que también apreté la garganta en mis caricias nocturnas, de aquellos que aman la mar, la mar inmensa, tumultuosa y verde, el agua informe y multiforme, el sitio en que no están, la mujer que no conocen, las flores siniestras que parecen incensarios de una religión desconocida, los perfumes que enturbian la voluntad, y los animales salvajes y voluptuosos que son los emblemas de su locura".
Hay mujeres que inspiran deseos de vencerlas y gozarlas, pero ésta despierta el deseo de morir lentamente bajo su mirada...
Y por esto, maldita y querida niña mimada, estoy ahora tendido a tus
pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la temible divinidad, de la fatídica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos.


Baudelaire.

martes, 23 de noviembre de 2010

Los espejos



Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.

Prolonga este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el Hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso no alarman. 

Jorge Luis Borges


Táctica y Estrategia

 
 
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
.
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
.
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
.
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
.
no haya telón
ni abismos
.
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti


 

Soñé contigo esta noche...



Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas...
Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.
Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios... ¡Qué aliento y qué cintura!
Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela...
Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!

                                                                                                      Verlaine

Ofelia



I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

II
¡Oh tristísima  Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza –son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
–Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.

III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.

Rimbaud